jueves, 27 de febrero de 2020


Una pesada amargura       

A María Cristina Cabrera,
estrella reluciente en el
 firmamento de mis afectos

Una pesada amargura cae sobre mis ojos.
Cristalinas lágrimas danzan en mis mejillas,
al compás del llanto, que flota en la brisa
como una música triste y monótona...
Sólo la sombra de mi figura cansada
es proyectada por la luz mortecina
de mi tarde interior,
esa tarde que hoy se cubre con un manto de duelo,
porque ha muerto una ilusión...
Era esa que guardaba, con celo,
en mi vientre y en mi corazón.
Era ese hijo que esperé con tanto anhelo,
ese que besaste cuando me besaste a mí,
ese que llevaría tu nombre, tu risa,
tu sangre y nuestro amor...
Una pesada amargura cae sobre mis ojos,
ya no tengo lágrimas,
sólo me queda el dolor...

Este poema lo escribí teniendo 20 años de edad.



El crepúsculo


Atravieso un campo desierto.
Hundiéndome en la tarde.
Rodeada de soledad.
Acompañada por el viento
que me empuja al infinito.

El silencio es total.
Casi, casi, escucho caer la tarde.
Parecería que solo esto es el mundo,
y así el mundo es mío.

Voy hacia la nada y para nada.
Camino y cuanto más camino,
más me hundo en la tierra
de los pensamientos e ilusiones lejanas...

Sé que a algún lugar llegaré.
A una gran ciudad
– otro desierto lleno de gente –
tal vez a la muerte.

Este poema lo escribí teniendo 19 años de edad.


Ir a tu encuentro


Ir a tu encuentro.
Sentir tus manos
sobre mis senos.

Vibrar por dentro.
Besar tus labios
con desenfreno.

Habitar el centro
de tus largos brazos,
abrigo de invierno.

Ser mujer plena.
Mirar tus ojos,
espejo abierto.

Flotar en tu aliento.
Navegar en tu mar,
emboscada del tiempo

Perder el rumbo.
Encontrar el sendero.
Robar tu alma.
Tenerte entero.
Sentirte mío,
único y eterno.
Amarte y que me ames...
               ¡Eso quiero!


LA SORPRESA


Lengua marina llegando a mis playas,
horadando la piedra en busca de cuevas profundas
que encierran el misterio y el fuego de mi alma.

Manos llenas de viento que me empujan,
me arrastran al desierto poblado
de gaviotas, de  soles y lunas en pugna.

Boca despojada de egoísmo,
sobre mi boca ansiosa de mares nuevos
de nuevas riveras, de nuevos abismos.

Y tu voz,  rumor de brisas matutinas,
susurrando un poema, inevitable y fugaz,
como lamento de saxos y sordinas...

La sorpresa nos atrapó.
Buscábamos lo mismo...
Vos a  mí, y yo a vos.

Del Libro: "Con aroma a jazmín", febrero de 2002


miércoles, 5 de febrero de 2020


El mar


El mar, insondable y majestuoso,
coronado de blancos penachos
que besan las ardientes
y doradas arenas de la playa,
con caricias suaves,
egoístas, prometedoras.

El cielo, hermosamente misterioso.       
Siempre tan cerca
y siempre tan lejos.
Y el sol grande,
tan grande como siempre,
rompiendo la armonía del azul,
al cual no puedo mirar
y sólo percibo en mi piel.

Mis pies desnudos
corren hacia los médanos del tiempo
buscando la frescura de los recuerdos,
la dulzura de un beso perdido
en los rincones del sentimiento.

Al extenderse mi cuerpo
bajo las sombras del miedo
se escucha en el aire
un grito en silencio.
Y al apagarse el eco
de mi voz incolora
sólo escucho del inmenso mar
el lamento.

Mis lágrimas se fundieron
en el mar inmenso,
insondable, majestuoso.
Miré al cielo aterrada
por su hermoso misterio.
Quise tomar el sol
con mis manos
y llevarlo a mi lado eternamente.

Pedí ayuda a los ángeles,
quizás al infierno.
Nadie vino. Estaba sola.
Sola... con mi miedo.

Del libro “Con aroma a jazmín”. Ed. La Quimera – Febrero de 2002


Buscando el camino

Te encontré en la esquina de mis sueños,
a punto de doblar hacia el olvido.
Tenías las manos trémulas de pasión adormecida,
y los ojos como pájaros volando al infinito.

"Piedra libre" me dijiste,
dejándome al descubierto de mi propia soledad,
invitándome a jugar junto al aljibe de los recuerdos.

Sentí que tu ternura me abrazaba,
entonces me permití el regocijo y la locura
antes de seguir mi camino interminable hacia la nada.

Y volé, ¡No!, más bien volamos juntos
buscando panacea para tu tristeza y la mía.

La encontramos en nuestras bocas, audaces y resecas,
en el abrazo y el olvido fugaz de otros besos,
en las caricias suaves, en aquel abismo profundo
al que te dejaste caer, derramándote en estrellas.

Explotó el arco iris para regalarme tus colores
y mi voz, como un trueno, grabó tu nombre en la eternidad.

Te fuiste. Tormenta del cuerpo, angustia del alma.
Yo seguí mi camino interminable hacia la nada,
en mi búsqueda desesperada por encontrar la paz.


De mi libro "Con aroma a jazmín". Ed. La Quimera - Febrero 2002







Amor voraz


Sed, calor, tempestad;
inercia irreparable, volcán.
Deseo instintivo ó quizás
deseo animal.

Cuando te veo o te pienso,
cuando penetras mis secretos,
te siento salvaje y voraz.

Luz incandescente,
cegadora y fatal,
anulas mis neuronas
sin dejarme pensar.

Solo siento, como paloma torcaz,
que abrazada a tu cuello
comienzo a volar.

No eres mi puerto seguro,
sino el viento que me empuja al mar...
torbellino de amor y delirio.
Te odio. Te amo. Por siempre, quizás...

Del libro "Con aroma a jazmín" - Ed. La Quimera - Febrero 2002